Evangelizando con el Poder del Espírtu Santo Parte I ![]() Fuente: evangeliza.com El Papa Pablo VI llamaba al Espíritu Santo el "agente principal", sin cuya acción la evangelización es imposible (Cfr. EN 75). En preparación de su función como precursor del Mesías, Juan Bautista "estuvo lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc.1,15). En la mañana de Pentecostés los apóstoles "quedaron todos llenos del Espíritu Santo", y solo después resueltamente conjuraban y exhortaban como les inspiraba el Espíritu. "Aquel día se le unieron tres mil almas" (Hch.2,4-41). Pablo se convirtió en apóstol de los gentiles después de que Ananías le impuso las manos y oró para que fuera lleno del Espíritu Santo. (Hch.9,17). Y Jesús mismo explicó su poder con estas palabras "El Espíritu del Señor... me ha ungido, me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva. (Lc.4,18). Considerar que estas palabras se refieren exclusivamente a uno u otro movimiento de la Iglesia excluye a demasiados de la capacidad de evangelizar dinámicamente. Estas no son promesas para algún movimiento concreto, sino palabras de la Escritura para toda la Iglesia. Junto con el testimonio de vivir como Cristo, las palabras son el instrumento fundamental del evangelizador. Estas palabras, si deben tener el poder de convertir, no pueden proceder exclusivamente de la inteligencia humana. Sino que deben proceder ante todo del cumplimiento de la promesa de Cristo: "No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre es el que hablará en vosotros" (Mt.10,19-20). Esta no es una invitación a evitar o ridiculizar los estudios. Es una invitación a depender ante todo del poder y de las inspiraciones dinámicas del Espíritu Santo. Quien no depende humilde y totalmente del Espíritu Santo y confía exclusivamente en sus capacidades y saber, pierde la llave del poder revelada a Pablo por Jesús: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2Cor.12,9). Antes de Pentecostés, los Apóstoles estaban unidos por un miedo que los dejó acobardados. Después de Pentecostés, estuvieron unidos por la determinación de enfrentar inclusive la tortura y la muerte con tal de llevar la Buena Nueva de Jesucristo hasta los confines de la tierra. Cuando llegamos a amedrentarnos aun ante una mirada de mofa, la evangelización está lejos de ser dinámica. No tenemos que ser guiados por "un espíritu de timidez sino por un espíritu de fortaleza" (2Tim.1,7). VALOR PARA EVANGELIZAR Una de las maneras más rápidas para meterse en dificultades es dedicarse a hacer el bien. Pero los problemas se agravan al evangelizar
porque quien evangeliza está haciendo el más grande de los bienes:
Abrir los ojos al ciego, dar la perla preciosa al pobre, sembrar
esperanza a los abatidos, transmitir el amor de Dios a los que se
sienten solos. La misión del evangelizador es mostrar el camino al que
se ha extraviado, liberar al cautivo, animar al débil y sanar
al herido. El que evangeliza ofrece el mejor regalo: Jesucristo, como
Salvador y Señor. Y lo entrega gratuitamente. EL TESTIMONIO EN LA EVANGELIZACION Evangelizar y dar testimonio están relacionados muy estrechamente. Los evangelizadores proclaman la Buena Noticia. Los testigos dan testimonio de esa Buena Noticia en el contexto de una experiencia personal. “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos... y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8) Jesús promete fortalecer a sus testigos exactamente con las mismas palabras (Mt. 10,19-20) He aquí algunas líneas que pueden servir de guía para dar un buen testimonio.
Parte II
El apóstol: los frutos son de Dios El Apóstol no es el protagonista del apostolado. No puede pensar, si hay
frutos, que él es quién "se apunta los tantos". El Protagonista del
apostolado es el Espíritu Santo, y los frutos son siempre frutos de la Gracia. Dios es el único
que santifica, el único que mueve los corazones. Por esa razón, el bautizado verdaderamente apostólico acude con
frecuencia al Espíritu Santo, y le pide sus dones: sabiduría,
entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, temor de Dios. La misión del
Apóstol es secundar la gracia de Dios, que desea que todos los hombres se
salven. El apostolado nace de la oración, de la unión con
Cristo.
Orad sin interrupción por los demás hombres. Hay en ellos una esperanza de
conversión, una conversión que les conducirá a Dios. Volveos hacia ellos para
que, por medio de vuestras obras, se hagan discípulos vuestros. San Ignacio de Antioquia, Carta a los
Efesios
· "Si contamos
exclusivamente con nuestras propias fuerzas, no lograremos nada en el terreno
sobrenatural; siendo instrumentos de Dios, conseguiremos todo: todo lo puedo en
aquel que me conforta. RjfRecuerda la Escritura: si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Comentando esta frase, dice san Agustín en su comentario sobre el Salmo 126: San Agustín: ¿Quiénes son los que trabajan en esta construcción? Todos los que predican la palabra de Dios en la Iglesia, los dispensadores de los misterios de Dios. Todos nos esforzamos, todos trabajamos, todos construimos ahora; y también antes de nosotros se esforzaron, trabajaron, construyeron otros; pero si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles.Apostolado del ejemplo y de la palaa Parte del apostolado debe ser apostolado del ejemplo; pero junto con ese apostolado, hay que hacer apostolado de la palabra, que lleva a anunciar a Cristo con ocasión y sin ella. Para ser apóstol hay que procurar ser coherente con la propia fe. Recordaba san Antonio de Padua en el Sermón I, 226 que "En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana quien la contradice con sus obras". El apostolado significa llevar a cada alma a Cristo, por su camino
propio, sabiendo que cada alma vale toda la sangre de Cristo. ¿Qué decir? Es el
Espíritu Santo el que ayuda al verdadero apóstol -que ora y procura formarse
bien- para que diga en cada momento lo que debe decir.
El tiempo en el apostolado.
Paciencia y urgencia apostólica: es Dios quien marca el ritmo El apóstol procura vivir en el presente, sabiendo que las personas que le rodean constituyen la generación que debe acercar a Cristo.De ahí nace la urgencia apostólica del apóstol. Pero los tiempos son de Dios: el apostolado no es una carrera de rallyes: se trata de ir al paso de Dios, al ritmo de Dios, por sus circuitos, tomando las curvas con Él. · Santa Teresa de Lisieux, Novissima verba: No podré descansar hasta el fin del mundo, mientras haya almas que salvar · ¡A cuántos hombres es preciso llevar todavía a la fe! ¡A cuantos hombres es preciso reconquistar para la fe que han perdido, siendo esto más difícil que la primera conversión a la fe! Sin embargo, la Iglesia, consciente siempre del don de la Encarnación de Dios, no puede nunca detenerse, no puede pararse jamás” (Juan Pablo II) Pero la urgencia apostólica, si nace de Cristo, lleva a actuar con paciencia y serenidad, que no quiere decir lentitud. Es propio del cristiano apóstol conjugar la urgencia evangelizadora con el saber esperar, poniendo los medios necesarios, día tras día, con paciencia y fortaleza, porque la Evangelización no se puede realizar mediante esfuerzos tibios. Eso debe llevarle: · -a no precipitar los hechos: salvo casos excepcionales, como el de André Frossard, que experimentó una conversión repentina fruto de una gracia excepcional, lo habitual es que las personas sigan un itinerario de acercamiento a Cristo con fases graduales. ·
a ir al paso de Dios. Como la acción
evangelizadora no una táctica, sino fruto del amor a Cristo, el apóstol debe
esperar, con plena confianza y sin
desánimos. Cada alma tiene su propio tiempo. Porque confía en la gracia, el apóstol debe tener la humildad de ser siempre optimista. El Señor tiene sus caminos para cada alma: caminos personales y misteriosos: unas veces, rápidos y veloces; otras veces, lento.
Dificultades en el apostolado.
La gran dificultad, el gran contrincante: la falta de amor, de fe y de unión con Dios Muchos cristianos encuentran excusas para no evangelizar: falta de medios económico, ignorancia, falta de salud. A ellos les contesta san Juan Crisóstomo:
"No puedes aducir tu pobreza como pretexto. La que dio sus monedas te
acusará. El mismo Pedro dijo: No tengo oro ni plata (Hech, 3,6). Y Pablo era
tan pobre que muchas veces padecía hambre y carecía de lo necesario para vivir. Idea Clave: La verdadera y única dificultad en la evangelización es la falta de amor a Dios y de fe en Él, la falta de amor a la Iglesia y a la propia vocación cristiana; el egoísmo personal que unido a la falta de fe lleva a desinteresarse por el alma de los que nos rodean. El apostolado exige el desasimiento de uno mismo, de todo lo propio; es de Dios de quien hay que hablar, no de uno mismo; por eso recordaba san Juan Crisóstomo: "La virtud y la bondad de un enviado consisten en que no diga nada de sí mismo" (Catena Aurea, vol V, p. 27) Esto no impide reconocer las evidentes dificultades exteriores e interiores, objetivas y subjetivas.
El tono en el apostolado El lenguaje cristiano debe ser -si quiere ser fiel a lo
que desea transmitir- un lenguaje de libertad, de caridad, de comprensión, de
diálogo, de apertura de horizontes, de búsqueda conjunta. El apóstol habla con la caridad de Cristo: sugiere y propone, no dicta ni pretende imponer: sabe conjugar la fe y la convicción con el respeto al otro; la humildad con la confianza en Dios. · La verdad se propone, no se impone (Juan Pablo II, V Viaje a España). Conviene recordar que no es lo mismo vencer que convencer. La tarea apostólica no consiste en imponerse dialécticamente ni en "triunfar" sobre el otro (dejándole sin argumentos, por ejemplo), sino en comunicar esperanza, alegría y confianza en Dios, en transmitir con humildad el mensaje del Evangelio. El hombre verdaderamente apostólico se esfuerza por sembrar optimismo, comprensión y grandeza de miras; no denigra ni critica; procura cultivar un talante abierto, y amable; y debe estár dispuesto siempre a dialogar, a sugerir, a escuchar, firme en su fe y en el amor, sin transigir con el error, pero demostrando verdadero respeto a la persona que mantiene ese error.
Dos extremos erróneos en la acción evangelizadora Hay dos extremos equivocados, que parten de un concepto erróneo de la libertad: · El extremo de los que -en base a una malentendida libertad- se desentienden de los demás, y los dejan en su ignorancia y alejamiento de Dios, olvidándose de que, por su condición de bautizados y testigos de Cristo, tienen el derecho y el deber de difundir el mensaje evangélico, con mismo entusiasmo apostólico de los primeros cristianos. El cristianismo
verdadero no puede reducir su vida a un “intimismo espiritual”, ni recluirse en
una torre de marfil, porque el Mandamiento Nuevo lleva a salir de sí mismo, a darse
a los demás por amor de Dios. · El extremo de los que desprecian la libertad y piensan que es lícito usar cierta coacción para ganar almas para Cristo. |