Extractos del Libro "Amar a la Iglesia" de San Josemaría Escrivá La Iglesia es necesaria para la salvación No podemos olvidar que la Iglesia es mucho más que un
camino de salvación: es el único camino. Y esto no lo han inventado los
hombres, lo ha dispuesto Cristo: el que creyere y se bautizare, se salvará;
pero el que no creyere, será condenado (Mc XVI, 16). Por eso se afirma que la
Iglesia es necesaria, con necesidad de medio, para salvarse. Ya en el siglo II
escribía Orígenes: si alguno quiere salvarse, venga a esta casa, para que pueda
conseguirlo... Ninguno se engañe a sí mismo: fuera de esta casa, esto es, fuera
de la Iglesia, nadie se salva (Orígenes, In Iesu nave hom., 5, 3; PG 12, 841).
Y San Cipriano: si alguno hubiera escapado (del diluvio) fuera del arca de Noé,
entonces admitiríamos que quien abandona la Iglesia puede escapar de la condena
(S. Cipriano, De catholicae Ecclesiae unitate 6; PL 4, 503). Sin embargo, como se lamentaba hace poco más de veinte años Pío XII, algunos
reducen a una fórmula vana la necesidad de pertenecer a la Iglesia verdadera
para alcanzar la salvación eterna (Pío XII, encíclica Humani generis ASS 42, p.
570). Este dogma de fe integra la base de la actividad corredentora de la
Iglesia, es el fundamento de la grave responsabilidad apostólica de los
cristianos. Entre los mandatos expresos de Cristo se determina categóricamente
el de incorporarnos a su Cuerpo Místico por el Bautismo. Y nuestro Salvador no
sólo dio el mandamiento de que todos entraran en la Iglesia, sino que
estableció también que la Iglesia fuese medio de salvación, sin el cual nadie
puede llegar al reino de la gloria celestial (Pío XII, Carta del S. O. al
Arzobispo de Boston Denzinger-Schön. 3868). Es ésta una continua exigencia de la Iglesia, que si -por
una parte- pone en nuestra alma el aguijón del celo apostólico, por otra,
manifiesta también claramente la misericordia infinita de Dios con las
criaturas. Pero no olvidemos que la conciencia puede culpablemente
deformarse, endurecerse en el pecado y resistir a la acción salvadora de Dios.
De ahí la necesidad de predicar la doctrina de Cristo, las verdades de fe y las
normas morales; y de ahí también la necesidad de los Sacramentos, instituídos
todos por Jesucristo como causas instrumentales de su gracia (cfr. Santo Tomás,
S. Th. III, q.62, a.1) y remedios para las miserias consiguientes a nuestro
estado de naturaleza caída (cfr. Ibidem q.61, a.2). De ahí se deduce además que
conviene acudir frecuentemente a la Penitencia y a la Comunión Eucarística. Yo no sabría decir cuántas veces se han cumplido estas
palabras proféticas del Apóstol. Pero sólo un ciego dejaría de ver cómo
actualmente se están verificando casi a la letra. Se rechaza la doctrina de los
mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, se tergiversa el contenido de
las bienaventuranzas poniéndolo en clave político-social: y el que se esfuerza
por ser humilde, manso, limpio de corazón, es tratado como un ignorante o un
atávico sostenedor de cosas pasadas. No se soporta el yugo de la castidad, y se
inventan mil maneras de burlar los preceptos divinos de Cristo. Con una ceguera que proviene de apartarse de Dios -este pueblo me honra con los labios, pero su corazón se encuentra lejos de mí (Mt XV, 8)-, se fabrica una imagen de la Iglesia, que no guarda relación alguna con la que fundó Cristo. Estos tiempos son tiempos de prueba y hemos de pedir al Señor, con un clamor que no cese (cfr. Is LVIII, 1), que los acorte, que mire con misericordia a su Iglesia y conceda nuevamente la luz sobrenatural a las almas de los pastores y a las de todos los fieles. La Iglesia no tiene por qué empeñarse en agradar a los hombres, ya que los hombres -ni solos, ni en comunidad- darán nunca la salvación eterna: el que salva es Dios. Hace falta hoy repetir, en voz muy alta, aquellas palabras de San Pedro ante los personajes importantes de Jerusalén: este Jesús es aquella piedra que vosotros desechasteis al edificar, que ha venido a ser la principal piedra del ángulo; fuera de El no hay que buscar la salvación en ningún otro: pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo, por el caul podamos salvarnos (Act IV, 11-12). Así
hablaba el primer Papa, la roca sobre la que Cristo edificó su Iglesia, llevado
de su filial devoción al Señor y se su solicitud hacia el pequeño rebaño que
le había sido confiado. De él y de los demás Apóstoles, aprendieron los
primeros cristianos a amar entrañablemente a la Iglesia. Compendio: 152. ¿Qué significa que la
Iglesia es sacramento universal de salvación? 774-776 La Iglesia es sacramento universal de salvación en cuanto es signo e instrumento de la reconciliación y la comunión de toda la humanidad con Dios, así como de la unidad de todo el género humano. Catecismo: "Fuera de la Iglesia no hay salvación" 846 ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo: El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella (LG 14). 847 Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia: Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872). 848 "Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, 'sin la que es imposible agradarle' (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar" (AG 7). Catecismo Mayor- San Pío X
167.- ¿Basta para salvarse ser como
quiera miembro de la Iglesia Católica? - No, señor; no basta para salvarse ser como quiera miembro de la
Iglesia Católica, sino que es necesario ser miembro vivo.
170.- ¿Puede alguien salvarse fuera de la Iglesia
Católica, Apostólica, Romana? - No, señor; fuera de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, nadie
puede salvarse, como nadie pudo salvarse del diluvio fuera del Arca de Noé, que
era figura de esta Iglesia.
172.- ¿Podría salvarse quien sin culpa se hallase fuera de
la Iglesia? -
Quién sin culpa, es decir, de buena fe, se hallase fuera de la Iglesia y
hubiese recibido el bautismo o, a lo menos, tuviese el deseo implícito de
recibirlo y buscase, además, sinceramente la verdad y cumpliese la voluntad de
Dios lo mejor que pudiese, este tal, aunque separado del cuerpo de la Iglesia,
estaría unido al alma de ella y, por consiguiente, en camino de salvación. 173.- ¿Se salvaría quien, siendo miembro de la Iglesia Católica, no practicase sus enseñanzas? - Quien, siendo miembro de la Iglesia Católica, no practicase sus enseñanzas, sería miembro muerto y, por tanto, no se salvaría, pues para la salvación de un adulto se requiere no sólo el bautismo y la fe, sino también obras conformes a la fe. |