La devoción Mariana en la Primitiva Iglesia Catacumbas Primeros Cristianos
1. Introducción.- 2. Visión general de los testimonios históricos: a) Los primeros testimonios patrísticos; b) La edad de oro de la Patrística; c) Tras el Concilio de Éfeso.- 3. El Sub tuum praesidium y el himno "Akathistos".- 4. Las primeras fiestas marianas: Los primeros sermones marianos; a) Homilía de Proclo de Cízico o de Constantinopla; b) Los sermones de Teodoto de Ancira y Acacio de Melitene; c) El Sermón de san Cirilo; d) Los sermones de Pablo de Emesa en Alejandría.
1. Introducción
Por nuestra parte, intentaremos dar una visión lo más concreta y amplia posible de culto y devoción a Santa María en los fecundos siete primeros siglos de la vida de la Iglesia, presentando cuatro muestras significativas para deducir de ellas cómo fue la devoción a Santa María en este extenso período. Las cuatro muestras elegidas son las siguientes: 1ª) Una visión general de los testimonios históricos de la devoción a la Virgen; 2ª) Análisis de dos de las oraciones más universales, el Sub tuum praesidium y el himno akathistos; 3ª) Una visión general del nacimiento de las primeras fiestas marianas; 4ª) Análisis de algunos de los primeros sermones marianos que se conservan y con los cuales se alimentaba la piedad popular.
a) Los primeros testimonios patrísticos
Desde un primer momento la Virgen aparece cercana no sólo por su maternidad sobre el Señor, sino también por su intervención en la historia de la salvación. Buen testimonio de ellos es San Justino (+ 165). San Justino es el primero en dar testimonio del paralelismo Eva-María, de forma que la maternidad de Santa María sobre los creyentes comienza a abrirse camino en forma explícita en la conciencia de los cristianos(4). Ireneo de Lyón otorga forma extensa a este paralelismo, insistiendo en que Santa María es causa de salvación para sí misma y para todo el género humano(5). Ireneo llama también a María abogada de Eva(6). Los mariólogos advierten con razón que estos textos ireneanos son de gran importancia(7). Tienen importancia desde el punto de la doctrina mariológica, y son de suma relevancia en el tema que estamos tratando. Estos textos y muchos otros del mismo tenor se encuentran en la base de la piedad cristiana hacia Santa María a la que comienza a acudir con confianza, precisamente por su característica de abogada e intercesora.
b) La edad de oro de la Patrística
Dos son los títulos marianos que se destacan en este claro movimiento espiritual: Virgen y Madre. El título de Madre invita a refugiarse en su misericordia inagotable, como se expresa en el Sub tuum praesidium. Juliano el Apóstata reprocha a los cristianos el que estén constantemente invocando a María como Theotokos(15). El título de Virgen invita a las vírgenes a tomarla como modelo. La piedad mariana recibe un fortísimo impulso con el florecimiento espiritual del siglo IV y, especialmente, con la vida monacal. San Atanasio pone en boca de su predecesor Alejandro de Alejandría (+ 328) esta exhortación a las vírgenes: «Tenéis, además, el estilo de vida de María, que es modelo e imagen de la vida propia de los cielos»(16). Tras Nicea (a. 325) con su definición de la consustancialidad del Verbo con el Padre, se destaca aún más la dignidad de la Maternidad de Santa María. El pueblo cristiano la invoca como intercesora y como Theotokos llena de misericordia. El misterio de Cristo aparece cada vez más relacionado indisolublemente con el misterio de Santa María. La unidad de Cristo se refleja en la firmeza con que se confiesa la Theotokos. Esto explica la honda conmoción que sienten los ambientes monacales alejandrinos cuando llega la noticia de que Nestorio niega que Santa María sea Madre de Dios(17). Entre los Padres orientales destaca por sLi influencia San Efrén (+ 473) y sus hermosos himnos dedicados a la Santa Madre de Dios. Se trata, quizás, del teólogo que más ha llegado a amplios sectores populares precisamente por influencia de sus himnos en la liturgia. Todo el Oriente vibra en este siglo con la devoción a Santa María. La mariología alcanza un gran esplendor. Baste recordar a los tres grandes Capadocios, a Cirilo de Jerusalén (+ 38) o a Epifanio de Salamina (+ 403). Menos generosos en elogios y en alabanzas a Santa María se muestran los antioquenos. Destaca entre ellos San Juan Cristóstomo (+ 407) en el que encontramos expuesto con fuerza el paralelismo Eva-María y la maternidad virginal, aunque nunca utilice el término theotokos.
G. Giamberardini en un documentado estudio ha mostrado la presencia del tropario en los más diversos ritos y las diversas variantes que encuentra, incluso en la liturgia latina(22). La universalidad de esta antífona hace pensar que ya a mediados del siglo III era usual invocar a Santa María como Theotokos, y que los teólogos, como Orígenes, comenzaron a prestarle atención, precisamente por la importancia que iba adquiriendo en la piedad popular. Simultáneamente esta invocación habría sido introducida en la liturgia.
«Sub tuis visceribus confugimus, Dei Genitrix, semper Virgo Maria" ; " Sub tuis visceribus confugio, Sancta Dei Genitrix"; "Sub tuis visceribus confugimus, Sancta Dei Genitrix"»(23). Y en el rito ambrosiano: «"Sub tuam misericordiam confugimus, Dei Genitrix"»(24).
He aquí cómo describe el Sinaxario esta fiesta de acción de gracias: «Celebramos esta fiesta en recuerdo de las prodigiosas intervenciones de la inmaculada madre de Dios. Este himno fue llamado Akáthistos como privado de espacio para sentarse, ya que todo el pueblo estuvo toda la noche entera cantando en pie este himno a la madre de Dios; y mientras que en todas las demás estrofas se acostumbra a estar sentados, en ésta de la madre divina todos nos ponemos de pie para escucharla»(27).
«Ensalzando tu parto, el universo te canta como templo viviente, oh Theotokos. Ave, oh tienda del Verbo de Dios. Ave, tú, arca dorada por el Espíritu. Ave tú, noble honor de los sacerdotes. Ave, tú eres para la Iglesia como torre esbelta. Ave, por ti levantamos trofeos; ave, por ti caen vencidos los enemigos. Ave tú, medicina de mis miembros; ave, salvación de mi alma. Ave esposa inviolada. Oh Madre que debe ser alabada con toda clase de alabanzas, que diste a luz al Verbo más santo que todos los santos, al recibir ahora esta ofrenda, líbranos a todos de toda calamidad, y redime del suplicio futuro a los que te aclaman. Aleluia»(28).
La estructura del sermón es sencilla y bien fácil de seguir. Todo el sermón no es más que parafrasear el relato lucano de la anunciación. He aquí unos ejemplos: «En el mes sexto tras la concepción del Precursor es enviado Gabriel por el Verbo, "Sol de Justicia", a anunciar a Santa María el misterio de la Encarnación: "Ve --dice el Verbo a Gabriel-- a la ciudad de Galilea, a Nazaret, a la virgen María, a la que está casa con el obrero José (téktoni), pues, que soy obrero (tekton) de toda criatura, me he desposado esta virgen para la salvación de los hombres. Anúnciale a Ella mi venida sin tumulto, no sea que se turbe, si no lo sabe por carecer de anuncio. Enséñale a Ella mi amor al hombre, por el cual quiero salir de Ella al mundo como hombre, para que, al conocer previamente el designio divino, no se turbe al observar su gravidez (...) Realiza ya tu misión, pues me encontrarás ya allí donde te envío; allí te precederé, permaneciendo aquí.
El Sermón, delicioso, es una buena muestra de cómo se explicaba al pueblo la mariología en forma narrativa. Me refiero a que esta teología se le hacía llegar llanamente, parafraseando los textos de la Escritura en una exégesis, ingenua en apariencia, pero conocedora de la tradición en el fondo. Todo el sermón es así. Merece la pena meditarlo. Sólo citaré un trozo más: la forma en que se comenta el saludo del ángel a Santa María:
«La fiesta virginal nos invita a cantar alabanzas. Y hay razón para ello: el tema de esta fiesta es la castidad. Se realiza una glorificación de las mujeres y una gloria del sexo por el hecho de que María es, al mismo tiempo, virgen y madre. Esta unión de maternidad y virginidad es digna de ser amada (...) Que se levante la naturaleza y sean honradas las mujeres; que dance la humanidad y sean glorificadas las vírgenes, pues allí donde se multiplicó el pecado sobreabundó la gracia (Rom 5, 20). Hemos sido convocados por Santa María, tesoro sin mancilla de la virginidad, paraíso espiritual del segundo Adán, taller de la unidad de las dos naturalezas, pregón de la reconciliación salvadora, cámara nupcial donde el Verbo se ha desposarlo con la naturaleza humana, zarza viva de la naturaleza que el fuego del alumbramiento no ha consumido, nube verdaderamente clara que ha llevado sobre su cuerpo a Aquél que se asienta sobre los querubines, vellocino purísimo humedecido por el rocío celestial con el que el pastor ha revestido al rebaño, aquella que es esclava y madre, virgen y cielo, el único puente entre Dios y los hombres, el bastidor admirable de la economía sobre el cual fue tejida inefablemente la túnica de la unión, túnica cuyo tejedor fue el Espíritu Santo, cuya hilandera fue el poder que la cubrió con su sombra desde las alturas, cuya lana fue el antiguo vellón de Adán, cuyo cañamazo fue la carne impoluta surgida de la Virgen, cuya lanzadera fue la gracia inmensa de Aquél que lleva nuestra humanidad, cuyo hacedor es el Verbo que está en la Virgen por medio del oído (...) Aquél a quien no contienen 1os cielos, no ha desdeñado la estrechez de un vientre»(36).
«El ha sido engendrado de mujer ni como simplemente Dios, ni como simplemente hombre. Aquél que ha sido engendrado, ha mostrado como puerta de la salvación a aquella que en otro tiempo fue la puerta del pecado. Donde la serpiente había infundido su veneno mediante la desobediencia, el Verbo, habiendo entrado en su templo mediante la obediencia, le ha dado la vida. Allí donde emergió Caín el primer discípulo de la falta, allí, sin semilla, ha germinado Cristo, redentor de nuestra raza. El Dios amante del hombre no se ha ruborizado de nacer de una mujer (...) El no se manchó por habitar en las entrañas que El mismo había fabricado sin ignominia»(37).
«Si Cristo no hubiese sido engendrado por una mujer, no habría muerto. Si no hubiese muerto, no habría reducido a la impotencia por su muerte a aquél que tiene el poder de la muerte, es decir, al diablo (Hebr 2, 14). No hay ningún desdoro para un arquitecto en habitar la casa que él ha construido (...); no hay mancilla en el sin mancilla, si surge del vientre de una virgen: El mismo había formado este vientre sin mancilla, y El ha pasado a través de él, sin contraer mancilla alguna»(38).
«¡Oh vientre en el cual se ha compuesto el registro de la común libertad! ¡Oh matriz en la cual se ha forjado el arma contra la muerte! ¡Oh surco en el que el agricultor de la naturaleza, Cristo, ha crecido sin semilla, como una espiga de trigo! ¡Oh templo en el que Dios ha llegado a ser gran sacerdote, no porque haya cambiado su naturaleza, sino porque se ha revestido, por misericordia, de aquél que es gran sacerdote según el orden de Melquisedeq (Hebr 6, 20)!»(39).
«Un simple hombre no podía salvar; un simple Dios no podría sufrir (...) Siendo Dios se hizo hombre; por aquello que El era nos ha salvado; por aquello que ha llegado a ser, ha sufrido (...) El ha destruido la sentencia que nos condenaba a las espinas, porque ha sido coronado de espinas. Es el mismo Cristo el que ha estado en el seno del Padre y en el vientre de la Virgen, el que ha estado en los brazos de su madre y en las alas de los vientos, el que es adorado por los ángeles y el que come con los publicanos. Los serafines no osan mirarle cara a cara, y Pilato lo somete a interrogatorio»(40).
En el exordio: «Ilustre y prodigiosa es la ocasión de esta fiesta: ilustre, porque ella ha traído la salvación a los hombres; prodigiosa, porque ha vencido las leyes de la naturaleza. Pues, la naturaleza no conoce una virgen después de dar a luz, pero la gracia muestra a una madre, que ha permanecido virgen;1a gracia ha convertido a una mujer en madre y, sin embargo, no ha dañado su virginidad. La gracia ha conservado la virginidad. ¡Oh tierra que; sin semilla, hace brotar el fruto de la salvación! ¡Oh virgen que sobrepasa al mismo paraíso del Edén! Este paraíso ha producido toda clase de plantas, que surgían de la tierra virgen, pero esta Virgen es superior a esa tierra. Pues ella no ha hecho brotar árboles frutales, sino la vara de Jesé que trae a los hombres un fruto salvador. Esa tierra era virgen y María también es virgen, pero Dios encomendó a esa tierra el dar árboles, mientras que el mismo Creador se convirtió en fruto de esta Virgen según la carne. Ni la tierra ha recibido vástagos antes de producir los árboles, ni la Virgen ha perdido su virginidad por el hecho del alumbramiento. La Virgen es más ilustre que el paraíso, pues éste ha sido un campo cultivado por Dios, mientras que Ella ha producido a Dios según la carne, cuanto El eligió unirse a la naturaleza humana»(43).
«El ha sido concebido como hombre, y como Dios-Verbo ha conservado la virginidad. Pues si nuestro verbo, una vez concebido no corrompe el pensamiento, tampoco el Verbo esencial y sustancial de Dios, una vez concebido, ha corrompido la virginidad»(45).
«Yo no privo a la Virgen Madre de Dios del honor con que la ha adornado su servicio a la economía de la salvación. Sería absurdo que se glorificase a la cruz ignominiosa que lleva a Cristo, y a los altares de Cristo; que la cruz brillase en el frontispicio de los templos y, en cambio, que se privase de la dignidad de Madre de Dios a aquella que acogió a la divinidad para un beneficio tan grande. La Santa Virgen es, pues, Madre de Dios; pues el que ha nacido de ella es Dios. El no ha comenzado a existir a partir de su concepción; ha comenzado a ser hombre a partir de la concepción»(47).
«Tengo ante mis ojos una brillante asamblea: todos los santos se han reunido aquí con fervor, llamados por Santa María Madre de Dios, siempre virgen. Yo estaba lleno de pena, pero la presencia de los santos Padres ha cambiado esta tristeza en gozo. Se cumple ahora en nosotros esta dulce palabra del salmista David: ¡Cuán bueno y cuán gozoso el que los hermanos convivan unidos! (Sal 132,1). »Te saludamos, santa y misteriosa Trinidad, que nos has convocado a la Iglesia de María Madre de Dios. Te saludamos, María, Madre de Dios, augusto tesoro de toda la tierra habitada, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la ortodoxia, templo indestructible, receptáculo de Aquél que no puede ser contenido, madre y virgen (...) »Dios te salve a Ti, que has contenido en tu santa matriz virginal a Aquél a quien nada puede abarcarle; a Ti por quien la santa Trinidad es glorificada y adorada en toda la tierra; a Ti por quien se alegran los cielos; por quien exultan los ángeles y los arcángeles; por quien son puestos en fuga los demonios; por quien el diablo tentador ha caído del cielo; por quien la creación caída es elevada al cielo; por quien ha llegado al conocimiento de la verdad toda la creación esclavizada a los ídolos; por quien se ha dado el santo bautismo a 1os creyentes (...) por quien el Hijo único de Dios ha brillado como una luz para aquellos que vivían en las tinieblas y en las sombras de la muerte (Lc 1,79)»(48).
Los sermones de Pablo de Emesa en Alejandría
«Es oportuno exhortar hoy vuestra Reverencia, dice dirigiéndose a Cirilo, a formar un coro sagrado con nosotros y a cantar con los santos ángeles: Gloria a Dios en cl cielo y paz sobre la tierra, bendición divina a los hombres (cfr Lc 2,14). Pues nos ha nacido un niño en el que tiene su esperanza toda la creación visible e invisible. Hoy se cumple el embarazo prodigioso y tienen fin las molestias del embarazo de la Virgen que no ha conocido esposo. ¡Oh maravilla! La Virgen da a luz y permanece virgen. Ella se convierte en madre, pero no le sucede exactamente lo mismo que a las otras madres. La Virgen ha dado a luz como es lo natural en las madres, pero permaneciendo virgen, como no sucede en quienes dan a luz. El profeta Isaías ya había visto de antemano el milagro cuando exclama: He aquí que la virgen está en cinta y va a dar a luz un hijo y se le dará por nombre Emmanuel (Is 7,14). El evangelista interpreta este nombre al decir que se traduce Dios con nosotros (Mt 1, 23). »El pueblo grita: !Esta es nuestra fe! !Don de Dios, ortodoxo Cirilo! !Esto es lo que queríamos oír! ¡anatema a quien nos hable así! »El obispo Pablo prosigue: ¡Anatema fuera de la Iglesia a quien no dice esto, a quien no piensa esto, a quien no tiene estos sentimientos! "María, Madre de Dios, ha, pues, dado a luz al Enmanuel. El Enmanuel, es decir, el Dios encarnado. Pues Dios Verbo, engendrado por el Padre antes de todos los siglos de modo inefable y por encima de todo conocimiento, ha sido engendrado en estos últimos días por una mujer. En efecto, habiendo asumido completamente nuestra naturaleza, habiéndose apropiado desde el comienzo de la concepción las cualidades humanas, y habiéndose fabricado nuestro cuerpo como templo, ha salido de la Madre de Dios, como Dios perfecto y al mismo tiempo hombre perfecto. El concurso de las dos naturalezas, es decir de la deidad y de la humanidad, ha constituido para nosotros un solo Hijo, un solo Cristo, un solo Señor. »El pueblo grita: ¡Bienvenido, obispo ortodoxo! Digno entre los dignos. Los cristianos dicen: Don de Dios, ortodoxo Cirilo. »El obispo Pablo dice: Yo también sabía, amados míos, que había venido a visitar a un padre, a un ortodoxo»(50).
«Os hemos presentado una doctrina que es vuestra doctrina. Es la doctrina de vuestro padre. Es vuestro tesoro ancestral, la enseñanza del bienaventurado Atanasio, la enseñanza del gran Teófilo, esas columnas de la ortodoxia. Pero ya que habéis soportado mis balbuceos con paciencia, oid ahora la sabiduría de vuestro padre. Habéis oído la flauta del campesino; oíd también la trompeta con toda su fuerza. »El pueblo grita: ¡Hijo de Teófilo y de Atanasio, escuchamos la sabiduría de Cirilo!»(51).
Al finalizar nuestro recorrido por algunos de los hitos de la historia de la piedad cristiana hacia la Madre de Jesús dos consideraciones se sobreponen a las demás. La primera es que esta historia está hecha de amor y de fidelidad y que merece la pena esforzarse por conocerla mejor. La segunda es, ya en el comienzo del tercer milenio, la admiración ante una realidad que se impone por sí misma: la piedad mariana de nuestras tierras y de nuestra época coincide bastante con el ambiente mariano que vivieron los cristianos de los primeros siglos. La identidad de espíritu es evidente y sugiere la intervención del Espíritu Santo que guía a la Iglesia, mueve el corazón de los fieles y hace que sintamos que la Iglesia es nuestro hogar también, o quizás mejor, especialmente, en la época de los Padres.
Notas 1. Pontificia Academia Mariana Internationalis, De primordis cultus mariarni: Acta Congressus Mariologici-mariani Internationalis in Lusitania anno 1967, Roma 1970 (6 vols.); De cultu mariano saeculis VI-XI: Acta Congressus Mariologici-mariani Internationalis in Croatia anno 1971 celebrato, Roma 1972 (4 vols.). 2. Cfr p.e., D. Fernández, La spiritualité Mariale chez les Pères de l´Église, en "Dictionnaire de Spiritualité", 423-440; L. Gambero, Culto, en "Nuevo Diccionario de Mariología", Madrid 1988, 534-554. 3. Cfr p.e., San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios, 7,2; 18,2;19,1; Carta a los Esmirniotas, 1,1. 4. Cfr San Justino, Diálogo con Trifón, 87,2; 100,4-6. 5. San Ireneo, Adversus haereses, III, 22, 4. 6. San Ireneo, Adversus haereses, V,19, 1. 7. Cfr p.e., M. Jourjon, Marie avocate d'Eva selon saint Irénée, en De primordis cultus mariani, cit., t. 2, 143- 148; D. Fernández, La spiriturilité Mariale chez Pères de l'Église, cit., 424. 8. Cfr p.e., C. Vaggagini, Maria nelle opere di Origene, Roma 1942; H. Crouzel, La mariologia di Origene, Milán 1968. 9. Orígenes, In Joannem 1, 4, GCS 4, p. 8. 10. Esta noticia de Sócrates sugiere a G. Giamberardini que el título Theotokos era ya corriente en Egipto en la época de Orígenes; y que éste se vio en la necesidad de precisar en qué sentido se llama a Santa María Theotokos. Cfr G. Giamberardini, Il "Sub tuum praesidium" e il titolo Theotokos nella tradizione egiziana, en "Marianum" 31 (1969) 350-351; A.M. Malo, La plus ancienne prière à notre Dame, en De primordis cultus mariani, cit., t. 2, 475-485. 11. Cfr Bagatti, Transitus Mariae, en "Marianum" 32 (1970) 279-287. 12. Cfr G. Aranda. 13. Cfr San Gregorio de Nacianzo, Oratio 24,10-11; PG 35,1180-1181. 14. Cfr San Gregorio de Nisa, De vita beati Gregorii, PG 46, 912. 15. Cfr San Cirilo de Alejandría, Contra Julianum, 8, PG 76, 901. 16. San Atanasio, Carta a las vírgenes, CSCO 151, 72 y 76. 17. He estudiado este asunto en La Maternidad divina de María. La lección de Éfeso, en "Estudios Marianos" y en el título de "Madre de Dios" en los autores preefesinos, ponencia presentada en la Semana de Estudios Marianos celebrada en Huelva (Septiembre de 2001). 18. San Jerónimo, Epístola 22, 8; Adversus Jovinianum,1,31. 19. Cfr E. Toniolo, Padres de la Iglesia, en S. de Fìores y S. Meo (eds.), "Nuevo Diccionario de Mariología", Madrid 1988,1541. 20. Cfr I. Bengoechea, Doctrina y culto mariano en San Isidoro de Sevilla, en De cultu mariano saeculis VI-Xl, cit., t. 3, 161-195; G. Gironés, La Virgen en la liturgia mozárabe, en "Anales del Seminario de Valencia", 4, 1964. 21. Cfr J.M. Cascante, Doctrina mariana de San Ildefonso de Toledo, Barcelona 1958; La devoción y el culto a María en los escritos de san Ildefonso, en De cultu mariano saeculis VI-XI, cit., t. 3, 223-248. 22. Cfr G. Giamberardini, Il "Sub tuúm praesidium" e il titolo "Theotokos" nella tradizione egiziana, en "Marianum" 31 (1969), 350-358. 23. Ms. Reising, Ms. Nonantola, Ms. Marturi. Cfr G. Giamberardini, Il "Sub tuum praesidium" e il titolo "Theotokos" nella tradizione egiziana, cit., 333-335 24. Ibid, 336. 25. Ibid, 337. 26. Cfr E. Toniolo, Akáthistos, en S. de Fiores y S. Meo (eds.), "Nuevo Diccionario de Mariología", cit., 64-74. Cfr también Id., L'Inno acatisto, monumento di teologia e di culto mariano nella chiesa bizantina, en De cultu mariani saeculis VI-XI, cit., t. 4, 1-39; I. Ortiz de Urbina, En los albores de la devoción mariana: Akáthistos, en "Estudios Marianos" 35 (1970) 920; J. Castellano, Akáthistos. Canto litúrgico mariano, Roma 1979; A. Molina, María, Madre de la Reconciliación, en el himno Akáthistos, en "Estudios Marianos" 50 (1985) 111-138. 27. Cfr J.M. Quercii, In hymnum Acathistum, PG 92,1354. 28. G. Pisidas, Hymnus Acathistus, PG 2,1346. 29. Cfr R. Laurentin, Table rectifìcative des pièces authentiques ou discutiès contenues dans les deux Patrologies de Migne, en Court Traité de Théologie Mariale, París 1953,163. 30. Cfr S. Alvarez Campos, Corpus Marianum Patristicum II, Burgos 1970, nn. 923-933. He estudiado este Sermón en La mariología de san Gregorio de Nisa, en Scr Th 10 (1978) 409-46. El texto de este Sermón aún no ha aparecido en la Edición de W. Jaeger, Gregorii Nisseni Opera. 31. J.A. De Aldama, Repertorium pseudochrisostomicum, París 1965, 77-78. 32. Sermo de Annuntiatione, PG 62, 762. 33. Ibid, 766. 34. Proclo no tomó parte activa en el Concilio de Éfeso, pero ayudó a que su doctrina fuese recibida en Constantinopla. Es el Patriarca que mandó traer a Constantinopla los restos de San Juan Crisóstomo en el año 438. Muere en el 446 (Cfr J. Quasten, Patrología II, 1962, 545). 35. Cfr PG 65, 679-692; J.D. Mansi, 4, 577-588. Existen también traducciones siríaca, armenia y etiópica (cfr J. Quasten, Patrología II, cit., 546). Sobre su autenticidad, cfr R. Laurentin, Court traité de théologie mariale, París 1953, 161-163. 36. Homilía de Proclo de Cízico, nº 1. Cfr A.J. Festugière, Ephèse et Chalcédoine. Actes de Conciles, Beauchesne, París 1982, 154. Cfr E. Schwartz, Acta Conciliorum Oecumenicorum. Concilium Ephesinum, I, Berlín 1927, I, 1, 103. La imagen que utiliza Proclo es muy rica: El Verbo está en el seno de 1a Virgen, porque Ella atendió al mensaje del ángel, es decir, porque le engendró al recibirle por la fe. 37. Homilía de Proclo de Cízico, n. 2. Cfr J. Festugière, o. c.,155. Cfr E. Schwartz, o.c., I, l,104. 38. Ibidem, nº 3. 39. Ibid, nº 3. 40. Ibidem, nº 9. 41. Teodoto de Ancira fue primero amigo de Nestorio, y después su decidido adversario en Éfeso. Murió antes del 446. Cfr A. de Nicola, Dizionario Patristi e di Antichità Cristiane II, Roma 1984, 3399. 42. Cfr A.J. Festugière, o. c., 267-294;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 2, 71-90. 43. Tercer.sermón de Teodoto de Ancira, n.1. Cfr A. . Festugière, o. c., 281;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 2, 80. 44. Cfr p.e., San Ireneo, Adversus Haereses, 3, 21, 10-22; 1. Cfr A. Orbe, Antropología de San Ireneo, Madrid 1969, 84-89. 45. Ibid, nº 2. 46. Acacio fue elegido obispo de Melitene antes del 430. Fue un apasionado adversario de Nestorio. Murió en torno al 438. Cfr D. Stiernon, Acacio de Melitene, en Dizionario Patristico e di Antichità Cristiane I, Roma 1983, 23. 47. Sermón de Acacio de Melitene. Cfr A.J. Festugière, o.c., 297; Cfr E. Schwartz, o.c., l, 2, 91. 48. Cirilo contra Nestorio cuando los siete se reunieron en Santa María, Cfr A.J. Festugière, o. c., 311-312;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 2,102. 49. Pablo fue obispo de Emesa después del 410. Tuvo parte muy activa en Éfeso y en los acontecimientos que le siguieron. Murió entre el 43 y el 455. 50. Primer.sermón de Pahlo de Emesa en Alejandría. Cfr A.J. Feshzgière, o. c., 477-479;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 4,9-11. 51. Segundo sermón de Pablo de Emesa en Alejandría, Cfr A.J. Festugière, o. c., 483;. E. Schwartz, o.c., I, 4,14. 52. Cfr E. Toniolo, Padres de la Iglesia, en S. de Fiores y S. Meo (eds.), "Nuevo Diccionario de Mariología", Madrid 1988,1541. [1]
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