Por Raúl Alonso
¡¡Ya casi es Navidad!! Wow,
Otra vez el tiempo voló!! Me pasó como a muchos que vivimos
el día a día trabajando duro en escuelas o actividades empresariales, cuando
menos me esperaba ya estamos llegando a la celebración del nacimiento de
Nuestro Señor, cosa no menor, por lo cual me siento apremiado a escribir un pequeño
articulo al respecto.
En nuestro adviento,
que como ya habrán leído en otros artículos, se habla de DOS acontecimientos
que como cristianos debemos de tomar conciencia:
A)
El
nacimiento, la llegada de nuestro Señor, Jesús quien toma carne de María la
Inmaculada, vino a este mundo a salvarnos, a abrirnos las puertas del cielo.
B)
Su
segunda venida. Claro, también
debemos de recordar que Jesús vendrá de nuevo, y que debemos de estar
preparados para ello, es un evento escatológico también, así que por mucho que
tratemos de no pensar en la muerte terrenal es un hecho, para los cristianos es
un paso hacia la Eternidad del gozo Eterno con Jesús.
Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos
invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados
ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo. Adviento nos recuerda
que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra
vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los
cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.
Tomemos a María como ejemplo, en su embarazo, esperemos a
Jesús con ansias, con amor, adorémosle en la celebración de su nacimiento, y
pidamos que venga de nuevo. Ese debe de ser nuestro espíritu festivo en estos
días.
El mundo nos hace olvidar lo que realmente celebramos, y nos
hace pensar en las fiestas, en reuniones bánales, en esas “merecidas”
vacaciones, en no olvidarnos en la cena que haremos para nuestra familia,
etc. Cuando lo más importante es:
Celebramos que nace
Nuestro Salvador. Prepárate! El viene, ábrele la puerta. No seamos como
esos que no le abrieron su hogar y nació en un pesebre, déjalo cenar contigo.
Apocalipsis 3, 20.Mira que estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y
cenaré con él y él conmigo
La Navidad si es un tiempo de felicidad, si es un tiempo de
celebraciones, si nos damos regalos, todo eso con medida está bien, pero no
olvidemos que el centro de nuestra celebración no somos nosotros, Es Jesús.
Los invito a reflexionar al respecto y pensar si en nuestra
casa celebramos a Jesús, o solo tomamos como pretexto su nacimiento.
El cardenal Joseph Ratzinger (Hoy Benedicto XVI) escribió que
"el objetivo del año litúrgico
consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la
memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es
la hermosa tarea del Adviento: despertar
en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la
esperanza".
“Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el
Señor. Es el gran anuncio que conmueve en este día a los cristianos y que, a
través de ellos, se dirige a la Humanidad entera. Dios está aquí.”
Al pensar en los
hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la
Sagrada Familia. El mensaje de la Navidad resuena con toda fuerza: "Gloria
a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena
voluntad" (Lc II, 14). "Que la paz de Cristo triunfe en vuestros
corazones", escribe el apóstol (Col III, 15).
Es Cristo que pasa, 22,4 San José María Escrivá de Balaguer
Palabras del hoy venerable Juan Pablo II Magno:
«Descendit
de caelis Salvator mundi. Gaudeamus!»
Bajó del cielo el Salvador del mundo. ¡Alegrémonos!
Este anuncio, lleno de un profundo gozo,
resonó en la noche de Belén.
Hoy la Iglesia lo reitera con alegría inmutable:
¡ha nacido para nosotros el Salvador!
Una ola de ternura y esperanza nos llena el ánimo,
junto con una profunda necesidad de intimidad y paz.
En el pesebre contemplamos a Aquél
que se despojó de la gloria divina
para hacerse pobre, movido por el amor al hombre.
Junto al pesebre, el árbol de Navidad
con el centelleo de sus luces,
nos recuerda que con el nacimiento de Jesús
florece de nuevo el árbol de la vida en el desierto de la humanidad.
El pesebre y el árbol: símbolos preciosos,
que transmiten a lo largo del tiempo el verdadero sentido de la Navidad.
El nacimiento (Belén):
Navidad es el anuncio gozoso de que Jesús está entre nosotros.
Su mensaje
es de paz, amor y alegría, por eso nace en nuestros corazones el deseo de
anunciar con alegría su presencia cercana en medio de nuestra familia. Vivamos
en familia este anuncio gozoso con un momento de oración frente al nacimiento:
Oración en familia delante del Nacimiento (Belén)
Un miembro
de la familia:
Señor Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos entregaste a tu
Hijo único nacido de María la Virgen, dígnate bendecir este nacimiento y a la familia
cristiana que está aquí presente, para que las imágenes de este Belén nos
ayuden a profundizar en la fe.
Te lo
pedimos por Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
Toda la
familia reza junta la siguiente oración:
Salve, Reina de los Cielos
Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
Un miembro
de la familia:
Que con el
auxilio de tan dulce intercesora.
Todos
responden:
Seamos
siempre fieles a Dios.
Todos
santiguándose dicen:
En el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Al
finalizar, cada uno de los miembros de la familia escribirán un propósito
concreto para ofrecerlo a Jesús en el pesebre.
La
cena:
Navidad es tiempo de paz.
El mundo
necesita la paz. La Navidad debe llevarnos a vivir en paz con nuestra
familia, nuestra comunidad, nuestra sociedad y nuestro mundo.
Empecemos
por buscar la paz con nosotros mismos, porque si estamos en paz seremos
instrumentos de paz, de alegría y de consuelo. Trabajemos por la paz en familia
alrededor de esa mesa, seamos luz para el mundo, una luz de paz y armonía. No
olvides a aquellos que por pobreza no tienen un pan que llevarse a la boca,
comparte, es un buen regalo que te puedes dar.
El
árbol y las luces:
Navidad es tiempo para purificarnos.
Las luces en
el árbol representan a Cristo que con su luz disipa las tinieblas del pecado.
Nuestro pecado se transforma en purificación y la muerte y esclavitud se
transforman en vida y libertad.
Esta Navidad
purifiquémonos del pecado: del egoísmo, la envidia, el rencor, la injusticia,
los vicios. Purifiquemos todas aquellas conductas que nos impiden ser hermanos,
que nos impiden ser sencillos y amar a Dios. Cultívate hermano, aprende mas
sobre nuestra Fe, y se luz para otros que viven en sombras.
Los
regalos:
Navidad es reconciliación con Dios.
Tenemos la
oportunidad de reconciliarnos con Dios mirándonos unos a otros con amor y
perdonándonos mutuamente. Esta Navidad el mejor regalo que podemos dar será
pedir perdón, y ser perdonados, aceptemos nuestras flaquezas y errores para que
la presencia del Niño Dios nos reconcilie y podamos valorar nuestras cualidades
y capacidades para ver en los otros a Dios-con-nosotros.
Con
María vivamos la Navidad
Vivamos esta
Navidad muy unidos a la Santísima Virgen María. Ella nos da a Cristo, el
Salvador y nos ayuda a recibirlo.
Recibamos
esta Navidad de manos de María a Cristo el Salvador y que Él nos ayude a
reconciliarnos, a purificarnos y a alcanzar la paz, para que de esta manera,
comencemos un año nuevo de la mano de Cristo, anunciando la salvación que Él nos
trajo.
Y termino con más palabras de Juan Pablo II
«Puer natus est nobis, filius
datus est nobis!». ¡Qué
misterio inescrutable esconde la humildad de este Niño! Quisiéramos como
tocarlo; quisiéramos abrazarlo.
Tú, María, que velas sobre tu Hijo omnipotente, danos tus ojos para
contemplarlo con fe: danos tu corazón para adorarlo con amor.
En su sencillez, el Niño de Belén nos enseña a descubrir el sentido auténtico
de nuestra existencia; nos enseña a «llevar ya desde ahora una vida sobria,
honrada y religiosa» (Tt 2,12).
¡Oh Noche Santa y tan esperada, que has
unido a Dios y al hombre para siempre! Tú enciendes de nuevo la esperanza en
nosotros. Tú nos llenas de extasiado asombro. Tú nos aseguras el triunfo del
amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte
Bendiciones en Cristo y María Santísima Theotokos
Fuentes:
www.regnumchristi.com
www.corazones.org
www.catholic.net