En estos tiempos de confusión, Leyendas negras como
la Inquisición y Las Cruzadas han sido el arma predilecta de los
anticatólicos para atacar a nuestra Santa Iglesia -y se ha intentado -no
sin éxito- marcarla Iglesia como una institución formada por
retrógradas, intolerantes, oscurantistas medievales y demás
calificativos poco entendidos pero de amplio uso por chicos y grandes. La realidad es clara:
Somos millones de bautizados mas no de practicantes, pues no vamos a
misa, no acudimos a la confesión y los demás sacramentos; a la oración y
a la caridad.
Para
hacer un poco más gris este cuadro, desde hace tiempo se observa una
clara tendencia de intolerancia al católico -y en general de
intolerancia a quien piensa distinto.
Hay
personas que son atacadas con tanta saña simplemente por ser católicas,
por reconocer públicamente su fe. Pareciera que se ha convertido en
pecado que tengamos credo; pareciera que al salir de casa tenemos que
olvidar la gorra de católico para ponerse la gorra de mundano modernista
y evitar cualquier comentario de nuestra fe, como si nos apenara, para
no vulnerar la sensibilidad de mucha gente -que a su vez, tiene entera
libertad para descalificarnos a su antojo. Miren cómo se aman... Eso decían de los
primeros cristianos. Y nos falta ser luz verdadera, para dejar una
estela con nuestra vida. El mundo necesita a los católicos, nos pide a
gritos.
Necesitamos científicos católicos que ayuden a no buscar
a ciegas el origen del Universo, a crear sin atentar contra la dignidad
del ser humano, a buscar su verdadero bienestar.
Necesitamos
médicos católicos, que defiendan la vida, y le ayuden al paciente a
entender el significado del dolor, unido a la Cruz.
Necesitamos
empresarios católicos comprometidos con la creación de fuentes de empleo
y la verdadera promoción del ser humano.
Necesitamos literatos católicos, que
tengan propuestas de vida para el lector, que se propongan enriquecer el
intelecto humano con imágenes que ennoblezcan su alma.
Necesitamos
políticos católicos, que velen por el bienestar de todos y no den
vuelta sobre discursos vacíos y promesas falsas, interesados por
condiciones justas y oportunidades para todos.
Necesitamos
abogados católicos, con conducta intachable, promotores de leyes que
defiendan la dignidad del hombre y su más precioso don: la vida.
Necesitamos
ingenieros católicos que vean en el mundo más que números y fórmulas,
que no traigan al mundo un nuevo maquinismo, pretendiendo sustituir al
hombre -en esencia, insustituible- de la producción.
Necesitamos
filósofos católicos, que colaboren en la creación de sistemas que
afirmen al hombre y griten que existe un sentido de la vida. Que le
muestren al mundo que la tolerancia no está peleada con los principios.
Necesitamos sacerdotes y
religiosas santos, que sean imagen de Cristo y que ardan en deseos de
evangelizar al mundo, de ser sal para esta tierra.
Necesitamos
educadores católicos, que busquen la formación integral del estudiante y
los impulsen en la búsqueda por la verdad y una vida coherente.
Necesitamos
padres de familia con el compromiso de llenar esa gran deuda de amor y
hagan un extraordinario trabajo en el hogar.
Necesitamos madres
de familia entregadas al valiosísimo trabajo en el seno del hogar, que
sean fuerza del hombre, imagen de la Bienaventurada, del ejemplo más
precioso de pureza, obediencia y amor a la voluntad de Dios.
Necesitamos
familias católicas, unidad por el amor, verdaderas iglesias domésticas.
Necesitamos católicos que muestren a este mundo que el ideal
cristiano no es irrealizable y que hace feliz a las personas porque ya
no viven para ellos sino para los demás, por Aquél que les da el motivo
para ello.
Por último, creo que hay muchísimo trabajo,
necesitamos penetrar en este mundo que nos ha sido arrebatado porque lo
hemos dejado: necesitamos darle vida a este mundo porque lo dejamos ir y
ahora ya no sabemos para dónde caminar.
Necesitamos ser
brújulas para el mundo, la caridad nos urge, tenemos que terminar con
estas crisis recurrentes, necesitamos ser santos. Preparado por: Ada Mireya Espinosa |